BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

MÉXICO EN LA ALDEA GLOBAL

Coordinador: Alfredo Rojas Díaz Durán

 

 

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CRÓNICA DESDE CHIAPAS: 1875

El viernes 16 de abril de 1875, el semanario El Ahuizote (“semanario feroz” se apellidaba, por ende) publicaba una crónica de su enviado especial en Chiapas, quien hace la crónica de una elección. Dice así no más el “semanario feroz” (el ahuizote, por cierto, entre los nahuas antiguos era una especie de perro anfibio como una nutria y que vivió en el Lago Central):
El Gobernador nombra a los maestros de escuela, y estos, que como maestros se llaman preceptores, como agentes del Gobierno se llaman “guías”. Cuando llegan las elecciones, cada “guía” encabeza el número de gentes del campo que el jefe político tiene a bien pedir en calidad de electores. Estos electores, al llegar a la cabecera donde va a hacerse la elecci- ón, son hospedados en la casa del jefe político unas veces, y otras, para mayor comodidad, en la cárcel. En una u otra parte quedan perfectamente vigilados y cada uno de los guías organiza militarmente a los electores en su respectiva localidad y en rigurosa formación los lleva a la casa consistorial a ejercer la más alta de las prerrogativas del ciudadano. Como de todos estos electores la mayor parte no sabe leer, para evitar equivocaciones se procede de una forma muy sencilla. Antes de salir de la posada común, a cada uno de estos electores se les entrega una hebra de pita gruesa, es decir, un hilo fuerte, bastante largo para ceñirlo fijamente en la cintura de un hombre: en ese hilo y atravesados por él, se
colocan, en el orden en que han de salir rigurosamente, las cédulas con el nombre de todos los candidatos que han de ser electos... y cada elector va desprendiendo de la pita y depositando en la ánfora una por una las cédulas que forman aquel rosario... Los escrutadores leen las cédulas y el presidente de la mesa declara que tal o cual individuo ha sido electo libre y espontáneamente por los electores presentes para presidente de la República, Magistrado, etcétera, [...]

En estas elecciones no hay reclamación posible, los “guías” deciden de todo, y el gobernador, de los “guías”. Así explicaban, tal y como se dice, con ese rosario al cinto, unas elecciones en Chiapas en 1875. No hago el agravio a nadie de decir que todo sigue igual. Sería falso, pero las viejas rebeliones, aunque tomen otra dimensión en nuestros días, no dejan de advertirnos, una vez más, que la creación del Estado de Derecho es, por esencia, la historia de una sociedad civil fundada en la igualdad de los ciudadanos y, sin duda, en la igualdad ante la ley.

Chiapas, no tiene hoy, los 130,298 habitantes de 1814 según la curia eclesiástica, puesto que todavía no había llegado INEGI a nuestras vidas. INEGI nos dice hoy que, Chiapas que tuvo 529,983 habitantes en 1930, llegó en 1970 a 1,569.053 y a 3,210.498 en 1990 para alcanzar, el 14 de febrero del año 2000, nada menos que 3,920.515 habitantes. Su crecimiento demográfico, en 1980, fue de 4.5% anual, lo que permitía, en la pobreza, la duplicación de la población en sólo 16 años.

En el año 2000 la población hablante, en Chiapas, de alguna lengua nacional (indígena, en español, es el habitante de un lugar determinado y nada más) procedente de una cultura diferenciada lingüísticamente, alcanzaba —nada menos— al 37.9% de la población del estado. Se trata de la cifra más elevada de la República. Va acompañada de largos procesos de opresión, pobreza y analfabetismo. Una vergüenza, simple y llanamente, para la República.

POBLACIÓN HABLANTE DE ALGUNA LENGUA INDÍGENA QUE ES MONOLINGÜE, POR ENTIDAD FEDERATIVA EN EL AÑO 2000

Chiapas 37.9%
Guerrero 32.1%
Oaxaca 19.8%
Puebla 15.7%
Veracruz 15.4%
Hidalgo 15.3%
San Luis Potosí 9.6%
Yucatán 9.5%
Michoacán 9.1%
Quintana Roo 5.6%
Estado de México 1.2%
Distrito Federal 0.5%
Resto de las Entidades 5.6%


Fuente: INEGI, XII Censo General de Población y Vivienda 2000.

Hablar del analfabetismo, como símbolo y denuncia, como lugar común y problema de conciencia, apenas genera dudas objetivas, sobre su significado geográfico e histórico. En efecto, en ese aspecto, Oaxaca, Guerrero y Chiapas se llevan la infortunada palma de oro de la deshumanización alfabetizadora.

En 1997, la tasa nacional promedio de analfabetismo fue de 10.6%. Oaxaca, con una población total de 3,432.180 habitantes en el 2000, contaba con el 24.6% de población analfabeta; Guerrero (3,075.083 habitantes en el 2000) con el 23.5%; y Chiapas con el 22.1%. Inmediatamente después, se situaban Hidalgo (17.9%), Puebla (16.8%) y Veracruz con 16.1%. Nada tenían que envidiarles los estados de Michoacán (15.6%) o de Guanajuato (15.1%).37
Definición grave, educacionalmente, y prueba de carencias fundamentales. Carencias que son inseparables de una intrínseca desigualdad y, por sus connotaciones sociológicas, de una mayor incapacidad para ejercer, con toda plenitud, sus derechos como ciudadanos.

No obstante, y al contrario, el estado de Chiapas, lo cual transparenta nítidamente las proporciones de la desigualdad, se encuentra entre las primeras ocho entidades federativas del país en orden a los ingresos brutos estatales.

En efecto, Chiapas es la octava entidad en ingresos brutos estatales, pero Oaxaca es la segunda, es decir, inmediatamente después del Distrito Federal. Ello quiere decir que, sus riquezas naturales no han significado en modo alguno una mejor distribución del ingreso y, menos aún, su transformación por vía racional de inversiones productivas. Éstas habrían modificado el signo de una alineación histórica, cuyo balance inequívoco, desfila en este texto como anécdotas elevadas a categoría. Cada una de ellas evoca una gran crisis política y, por tanto, ética. No hay política sin ética ni ética sin estética.

En un libro igualmente indispensable, “Mémoire et utopie au Mexique. Mythes, traditions et imaginaire indigène dans la genèse du néozapatisme”38, su autor, Fernando Matamoros Ponce, terminaba así:

“El domingo 20 de enero (1994) el Comité Clandestino Revolucionario Indígena y el subcomandante Marcos se reunieron con un representante del gobierno, Manuel Camacho, en presencia del mediador aceptado por el EZLN, el obispo Samuel Ruiz, en la Catedral de San Cristóbal...”

Ha llovido, desde entonces, sobre la milpa. INEGI nos había hecho saber el 14 de febrero del año 2000, que el país había llegado a 97.4 millones de habitantes. Posteriormente hizo público su Informe “Niveles de Bienestar 2000”. En ese último documento, se hacía saber a la nación que durante la pasada administración, el total de pobres disminuyó de 44.7 millones a 40.4 millones de mexicanos. Añadía, sin embargo, que el grupo definido en el segmento de “extrema pobreza” (menos de un dólar por día en la definición del Banco Mundial), se incrementó de 17.6 a 18.4 millones.

Una definición de la nación, según la sociología contemporánea, que me parece, al tiempo, exacta y adecuada (antimitológica) es ésta: “La nación es la nación organizada.” Me parece evidente que, con esas cifras, esos datos, esas memorias del presente-pasado, difícilmente México puede ser definido como “una nación organizada”.


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